El corredor
pintado recuerda mucho el camino citado: partiendo de la oscuridad absoluta del
interior del sarcófago situado en el centro de la cámara cupuliforme, el alma de
Servilia tendría que superar el peligroso trance del pesaje de su corazón, antes
de llegar, apta para la regeneración, hasta la puerta clausurada de la tumba.
Una protección para el cuerpo que a su vez, era un sólido obstáculo para el
renacimiento al mundo material conocido, pero la religión egipcia lo tenía todo
previsto. Ni siquiera un cerramiento de piedra impedía al alma beatificada
conseguir la meta de volver a gozar del mundo de los vivos. Para lograrlo, los
sacerdotes habían diseñado las llamadas “estelas de falsa puerta” que, colocadas
en la tumba, permitían salir y entrar mágicamente al alma de su propietario,
impidiendo, a su vez, el acceso al resto de los espíritus. Sabiendo esto, el
corredor encaja perfectamente en el plan general de la obra, porque se dispuso
para que el alma aterrada de Servilia superara el pesaje del corazón, repitiendo
la escena pintada en la pared. Luego, dejando atrás las tinieblas de la muerte,
su espíritu beatificado estaría en condiciones de cruzar la puerta para salir
hacia la tenue luz de la galería: Obrado el prodigio, Servilia, renacida, se
reconfortaría ocupando la estatua unos momentos antes de volver a disfrutar del
esplendor luminoso de Ra, dios resplandeciente y supremo de egipcios.
Casos
análogos al del sepelio de Servilia citados en antiguos textos o estudiados por
diversos arqueólogos:
¿Por qué
esta dama no fue incinerada siguiendo la costumbre de sus conciudadanos de
Carmona? Es sabido que durante el siglo I en Roma se embalsamaron los restos de
mujeres tan importantes como Sabina Popea, esposa de Nerón, la cual fue
enterrada en el mausoleo de Augusto; o Ania Priscila, la mujer de Flavio
Abascanto, secretario del emperador Domiciano, que también fue depositada en un
sarcófago de mármol.
No sabemos
qué motivos llevaron a sus deudos a intentar la incorruptibilidad de los restos
de estas señoras, pero el hallazgo fortuito de la tumba inviolada de Aebutia
Quarta y su hijo Tito Carvilius, muertos a finales del siglo I, viene a iluminar
la penumbra que envuelve el entierro de Servilia. Al igual que la dama
carmonense, esta rica mujer romana y su hijo fueron depositados en sendos
sarcófagos que, con anterioridad, habían preparado dentro de su hipogeo, por
cierto, desprovisto de columbario igual que en el caso de Servilia.
|

XXIIa,
Bambina de Grottarossa, cuando se descubrió |
El análisis
de sus cuerpos reveló que antes de ser enterrados los dos habían pasado por las
manos de un embalsamador que usaba el sistema oriental, con mirra y colofonia.
Luego, sus cuerpos fueron ricamente ornamentados, pero, aún siendo
indudablemente romanos, a ninguno de los dos se le insertó en la boca la moneda
para pagar a Caronte el viaje, según la costumbre clásica. El exterior del
sarcófago de Aebutia estaba tallado con relieves exóticos, alternando palmeras y
casetones adornados con guirnaldas floridas. Ratificando el gusto de la señora
por lo egipcio, en el interior del sarcófago apareció la pepita de un dátil de
procedencia norteafricana.
La investigación histórica sobre la filiación de estas personas
dio como resultado que Aebutia se casó en primeras nupcias con un miembro de una
riquísima familia ecuestre que gobernó África. Fuera de la tradición funeraria
romana, el embalsamamiento, la pepita de dátil y las palmeras labradas en el
sarcófago se justifica al saber la importante conexión que tuvo con Egipto la
primera familia política de Aebutia, con la que esta señora emparentaría al
comienzo de su adolescencia, pudiendo haber conocido la religión isíaca a través
de ellos.

XXIIb, Bambina de
Grottarossa,
en la actualidad
|
Otro
descubrimiento casual demuestra que la costumbre de origen egipcio de embalsamar
los cadáveres seguía practicándose en Roma durante el siglo II. En 1964, unas
obras realizadas en la Vía Cassia de Roma, pusieron al descubierto un sarcófago
que contenía el cuerpo de una niña de ocho años perfectamente conservado
(Láminas XXIIa y XXIIb).
Tanto que, al abrirlo, la niña así enterrada aún conservaba el color
natural de la piel. Su magnífico estado de conservación facilitó
reconocer su origen étnico: caucásico, del centro o el norte de Italia,
cerrando toda posibilidad de que hubiera tenido un origen exótico que
condujera a este tipo de entierro. |
Su concienzudo
embalsamamiento incluso posibilitó el diagnóstico de las enfermedades que había
sufrido durante su corta vida, y la final, una pleuritis fibrinosa bilateral que
le causó la muerte. Esta niña romana fue engalanada con lujo para su vida futura
con un par de pendientes, un anillo y un collar, todo ello de oro, y la
embalsamaron usando el último método empleado en Egipto, su recibió los cuidados
de una perfecta momificación, sin ser eviscerado.
CONCLUSIONES
Después de analizar, in situ, la Tumba de Servilia y las piezas
procedentes de dicho monumento que se custodian en el Museo de la Necrópolis
romana de Carmona, así como de realizar las consultas bibliográficas
pertinentes, concluimos que la tumba estudiada se proyectó para consumar un
programa completo de regeneración tras la muerte, ajustado a pautas religiosas
de origen egipcio, como evidencian las peculiaridades
presentes en ella:
a) Sepelio
por inhumación, con depósito del cuerpo en un sarcófago: un hecho poco común
dentro de las costumbres romanas de la época.
b) Dentro
de complejo construido, al ámbito puramente sepulcral se le dio una orientación
occidental: exactamente hacia el punto cardinal donde se situaba el reino de
Osiris.
c) Zona de
enterramiento compuesta por una amplia cámara
para el sarcófago, un pequeño anexo para ofrendas -no columbario- y un corredor
con restos de una pintura en los que se aprecian los elementos imprescindibles
en la ceremonia previa a la resurrección de una dama, probablemente un retrato
de Servilia, que protagoniza el pesaje de su propio corazón, según la creencia
faraónica.
d)
Presencia de dos cerramientos sobre sendos umbrales de piedra negra, en memoria
del color atribuido a Isis/Osiris y a la resurrección que representaban,
recordando la inviolabilidad de los dos espacios sacralizados dentro del
monumento: en la entrada al hipogeo fúnebre -corredor pintado, sala del
sarcófago y cámara de ofrendas-, y clausurando el edículo de la galería
destinado a la estatua de Servilia, convertida en un duplicado de su cuerpo para
servir de reposo alternativo a su ser inmortal.
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PIES DE LÁMINAGRAFÍAS
1b.- Vista panorámica de la
Tumba de Servilia.
1c.- Planta de la Tumba de
Servilia. Dibujo publicado por Manuel Bendala.
2.- Galería desde el
corredor. (Fotografía de la autora).
3.- Sala cupuliforme con
acceso a la dependencia cúbica. (Fotografía de la autora).
4.- Detalle de la puerta a
la sala cúbica, en cuyo fondo se aprecia el poyete. (Fotografía de la autora).
5.- Umbral de mármol negro
separando el corredor de la galería y ranuras en las paredes para acoger el
antiguo cierre. (Fotografía de la autora).
6.- Caldero sobre una mesa,
pintado en el corredor. (Fotografía de la autora).
7.- Dos manos sujetando una
palma arqueada sobre una mujer. Pintura en el corredor. (Fotografía de la
autora).
8.- Retrato de mujer,
supuestamente Servilia, en la pintura en el corredor. (Fotografía de la autora).
9.- Balanza de dos platos,
en la pintura difusa del corredor. (Fotografía de la autora).
10.- Dibujo del panel
pintado en el corredor, según Juan Rodríguez Jaldón.
11.- El mismo panel tras la
última restauración. (Dibujo de la autora).
12.- Escena de psicostasia
del papiro egipcio de Sha-My.
13.- El dios Anubis, con una
palma en la mano, de un pilar de la tumba anónima nº 40 del Valle de las Reinas,
en Luxor (Egipto).
14a.- Máscara de Anubis con
mandíbula móvil, usada por los sacerdotes en los rituales funerarios de época
grecorromana. de la época
14b.- Otro modelo de máscara
destinado a idéntica funcionalidad.
14c.- Sacerdote vestido de
Anubis en un mosaico procedente de la ciudad de Thysdrus. Museo de Sousse
(Túnez). (Fotografía de Jesús Trello).
15a.- Ritual divino
realizado por Isis y Neftis sobre un difunto momificado Pintura de una tumba de
la necrópolis romano-ptolemaica de Tigrane-Pachá, Alejandría (Egipto).
(Fotografía de Jesús Trello).
15b.- El recién resucitado
saluda a Isis con una palma en cada mano.
15c.- Conseguida la
plenitud, el muerto renacido accede a la nueva existencia, sujetando dos
palmas.
16.- El corazón de Servilia
en un platillo de la balanza en la pintura difusa del corredor. (Fotografía de
la autora).
17.- Un amuleto egipcio de
corazón hecho en fayenza azul.
18.- Balanza pintada en el
corredor, donde se atisba una mano elevando el extremo del brazo del que pende
el paltillo con el corazón de Servilia.
19.- Edículo de la galería
con los restos del sarcófago. (Fotografía de la autora).
20.- Estatua femenina
atribuida a Servilia, procedente de su tumba (Expuesta en el Museo de la
Necrópolis romana de Carmona. (Fotografía procedente del artículo de Jorge Maier
Allende:”Imagen historiográfica de la Carmo Romana”).
21.- En primer plano,
peldaño de mármol negro del edículo de la galería, al fondo se ven los restos
del sarcófago.
22a.- Momia romana conocida
como “La Bambina de Grottarrosa”, en el momento de su descubrimiento.
22b.- La Bambina de
Grottarossa en la actualidad.