TUMBA DE SERVILIA: Indicios de un enterramiento con ritual egipcio

en la necrópolis romana de Carmona

 

 

 

La balanza:

Fundamental para este estudio es la balanza que, a pesar del deterioro sufrido, nos deja ver la clave de toda la composición: un corazón azulado en el centro de uno de los dos platillos. La víscera de Servilia se representó siguiendo exactamente los patrones iconográficos egipcios, tanto en la morfología como en su color y posición dentro del conjunto, tradicionalmente en el platillo más cercano al propietario, en este caso propietaria (Lámina XVI).

Según las creencias de los antiguos egipcios, el momento más temido postmorten era el pesaje del corazón, pero antes de llegar a este punto, el difunto debía declarar de viva voz su inocencia ante un tribunal presidido por un grupo de dioses[9].

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TUMBA DE SERVILIA

 

 

Necrópolis de Carmona

(AMPLIAR) 

 

 

 

1c. Planta Tumba de Servilia

(AMPLIAR)

 

Principales estancias, Tumba de  Servilia

(AMPLIAR)

 

XVI Corazón de Servilial

 

XVII Amuleto egipcio de corazón

 

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CARRANQUE

 

Por si la boca había mentido se pesaba el corazón, contenedor de pensamientos y obras que, si en vida había acumulado culpas graves, estaría lastrado y no apto para ingresar en el reino de los muertos. La exigencia era mucha, ya que el contrapeso era algo tan leve como una pluma.

Tan importante era el corazón para conseguir la vida eterna de los egipcios que durante la momificación nunca se sacaba del cuerpo y hasta se hacían duplicados en los más variados materiales, con el fin de ponerlos dentro del pecho o entre las vendas y así garantizar su permanencia eterna junto al difunto (Lámina XVII).

En muchos de estos corazones supletorios se escribían textos que evidencian una firme creencia en el pesaje del corazón y el temor a que las mentiras dichas en el juicio se descubrieran. Veamos un ejemplo: “Oh, mi corazón... no seas testigo en mi contra. No me contradigas delante de los jueces. No actúes en mi contra ante los dioses. No seas mi enemigo en presencia del Guardián de la Balanza”.

“Guardián de la Balanza” era uno de los apelativos del dios Anubis, el cual pudo estar representado por segunda vez en la Tumba de Servilia, pues en el ángulo derecho del peso quedan unos restos difusos de pintura que recuerdan una mano.

XVIII Posible mano trucando la balanza

Y seguramente lo sea, porque la barra de la balanza se eleva debido a su empuje, trucando así el pesaje a favor del corazón de su protegida (Lámina XVIII). Esta estratagema empleada por el dios conductor de las almas al Más Allá es muy común en las ilustraciones de tema funerario y puede enmarcarse dentro de las muchas tretas empleadas por los egipcios en la difícil tarea de conseguir la eternidad, cuyos mejores exponentes se recogieron en el “Libro de los Muertos”. Un ejemplo de la ayuda que podía prestar Anubis al angustiado protagonista de la psicostasia está en la súplica que le dirige Ani en su papiro funerario:

“Quien está en la tumba dice: Te ruego a ti, que pesas con Justicia, que guíes la balanza para que se estabilice”.  

Está claro que le pide que frene el platillo de la pluma para que no se note que pesa menos que el del corazón.

Y ratificando el contundente simbolismo presente en las pinturas descritas, otros materiales aparecidos durante el vaciado de la tumba demuestran que el monumento funerario se proyectó y realizó para acoger el ritual egipcio de la resurrección.             

XIX Sarcófago, situado equívocamente en el edículo

El sarcófago:

En la sala cupuliforme se encontraron los fragmentos de un fino sarcófago de piedra blanca que hoy, medio recompuesto, ocupa indebidamente la cámara de la galería (Lámina XIX).

La existencia del sarcófago indica que en la tumba se efectuó un enterramiento de inhumación, quizá único en la necrópolis de Carmona.

 Al no haberse hallado el cuerpo de Servilia es imposible saber si tras su muerte fue tratado como se hacía en Egipto y Roma durante la misma época: un concienzudo lavado interno y externo, el empleo productos conservantes y de grandes cantidades de perfumes.

La presencia del sarcófago no deja lugar a dudas sobre el intentó de preservar de la putrefacción y la destrucción total el cadáver por un imperativo fundamental: según la religión egipcia, todo difunto necesitaba que su cuerpo se conservara lo mejor posible para ser referente del alma y, a tal fin, no se regateaban precauciones como son la momificación o el embalsamamiento y el sarcófago, o ataúd en su defecto.

Consciente de ello, Servilia no dejó atrás la igualmente faraónica precaución de hacerse representar en una estatua, con la que pudiera identificarse su alma eterna en el desgraciado caso de que el cuerpo se desintegrara. 

La estatua de Servilia:

Respondiendo a la estética del siglo I d.C. la estatua de Servilia se encontró durante el desescombro de la tumba (Lámina XX). Caída, y con la cabeza desaparecida, permaneció durante casi dos mil años debajo del derrumbe del techo que cubrió la galería hipogea.

Es una bella escultura de mármol blanco, que estuvo sobre un podio independiente con una dedicatoria inscrita en la que aparece su nombre.

Dado su carácter sacro las estatuas funerarias debían permanecer ocultas a las miradas humanas, del mismo modo que se ocultaba el cuerpo. Sin duda, la sombría cámara de la galería fue diseñada para acoger la estatua de Servilia, aunque no para exhibirla.

XX Estatua atribuida a Servilia

Del mismo modo que un umbral de mármol negro señala la entrada a la zona más íntima de la tumba -que comienza en el corredor de las pinturas-, un peldaño de idénticas características avisa que la cámara de la galería formaba parte del lugar sacralizado que no se debía profanar, como un tabernáculo (Lámina XXI).

XXI Peldaño negro en el edículo

Ambos ambientes, marcados por escalones negros, quedaban clausurados por sendos cierres.

En los dos casos, las antiguas puertas sobre los umbrales de mármol negro obedecían al mismo requisito religioso de privacidad. Al estar cerradas, una ocultando la estatua y otra cerrando el paso al corredor y a la cámara de enterramiento, no había impedimentos para que en la galería y el patio se llevaran a cabo los ágapes funerarios o las visitas de familiares y amigos.

El mármol negro no se empleó aquí con intenciones ornamentales, sino por ser el color asociado a la Isis romanizada, la cual, a su vez, lo había adquirido del dios Osiris, cuyos poderes había absorbido. Originalmente la piel de Osiris se representaba de color verde oscuro o negro, para simbolizar la regeneración de la vida en todos sus aspectos: vegetal, animal y, especialmente, la compleja resurrección que los egipcios tenían del ser humano. Los dos colores evocan el mundo agrario que generó el culto a Osiris: el negro imitando a la fecunda tierra de Egipto y, el verde, por ser el color de la vegetación que tan pródigamente proporcionaba. 

La orientación cardinal del área de enterramiento:

Por si todo lo expuesto no tuviera la suficiente elocuencia, queda por añadir que los egipcios consideraban el occidente, siempre con relación al Nilo, la orientación idónea para enterrarse. Las entrañas de las secas montañas del oeste (Cordillera Líbica) fueron consideradas por ellos el reino del dios Osiris, el primer vencedor de la muerte que también era conocido por “Señor del Hermoso Occidente” y “Señor de los Occidentales”, en clara referencia al territorio que, bajo su dominio, poblaban los renacidos. Y es en la zona oeste donde, bajo la roca, se halló el sarcófago y se encuentran las pinturas testimoniales de la psicostasia de Servilia.

Si todo el conjunto la Tumba de Servilia es de excepcional originalidad dentro del mundo romano, es en las peculiaridades del hipogeo propiamente dicho, situado en la zona occidental, donde se evidencia mucho más su peculiaridad. La concepción de la sala en forma de cúpula, cuyos gruesos nervios forman tres anexos abiertos al espacio principal, se escapa a cualquier interpretación convincente acorde con la época de construcción de la tumba. Pero dejando a un lado este detalle arquitectónico, es esta sala, junto con la camarilla anexa en el fondo y el corredor que parte de ella hasta llegar a la galería cubierta, el espacio destinado al descanso eterno de los restos de Servilia. Son tres espacios bien diferenciados, o seis si se consideran como cámaras las tres salas trapezoidales subsidiarias de la circular, algo nuevamente insólito para enterrar a una sola persona, claro está, que siempre desde la óptica de los usos romanos. En cambio, en la religión egipcia la tumba no se consideraba un pudridero o un depósito de cenizas familiar. No, el sepulcro era tenido por un bien mucho más importante, pensado y acondicionado como morada para toda la eternidad. Por tanto, los hipogeos egipcios clásicos eran lo más espaciosos posible: un patio o templete al aire libre donde los familiares debían hacer sus ofrendas, con una puerta trasera que cerraba el arranque de un pozo o rampa de acceso a las salas subterráneas, al menos dos, por modesta que fuera la tumba. Y la semejanza de esta distribución de los hipogeos egipcios con la zona de enterramiento de la Tumba de Servilia, sumado al resto de las evidencias descritas, tiene que ser mucho más que casual.

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[9] El Juicio comenzaba con la llamada Declaración Negativa, una relación de malas obras no cometidas en vida, que hacía el difunto en presencia de cuarenta y dos dioses.

 

 

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