EL SANTUARIO DE APOLO EN DELFOS

 

 

 

El santuario de Apolo en Delfos.

Los pastores que poblaban en el siglo pasado las cercanías de lo que hoy conocemos como Delfos, entonces una pequeña población de origen medieval denominada Kastri, pensaban que los turistas que de forma periódica accedían al lugar pertenecían a un pueblo pagano, los milordi, que descendía de los antiguos pobladores de este entorno sagrado y que regresaba ahora, pasados los siglos, para venerar las viejas piedras que como vestigios de esa desconocida cultura habían sobrevivido a los avatares de los tiempos.

 

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GRECIA CLÁSICA

 

  

Localización del Santuario de Delfos, Grecia

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Cronología del Santuario de Apolo en Delfos

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Plano del Santuario de

Apolo, en Delfos.

(AMPLIAR)

 

 

Vista del Santuario de

Apolo en Delfos

 

Esfinge procedente de Delfos

 

 

 

 

Imágenes crisoelefantinas procedentes de Delfos

 

 

Omphalos, Delfos

 

El templo de Apolo se situaba en un santuario, celebérrimo en la antigüedad, que se alzaba cerca del Parnaso, monte consagrado a las musas, dominando el Golfo de Corinto, en un lugar de relieve montañoso, recortado por las Fedríades, dos inmensas rocas que forman una garganta de donde brota un manantial cuyas aguas son sagradas desde tiempos remotos (la denominada Fuente Castalia, cuyo nombre sería el de una muchacha del lugar que, acosada por Apolo, se habría arrojado a la fuente).

Vista del Monte Parnaso desde el Santuario de Apolo en Delfos

En ella, precisamente, bebía agua y realizaba sus purificaciones la Pitia, mujer sensible utilizada por Apolo para ponerse en contacto con los humanos.

Solo dos menciones del mundo griego, entre las numerosas fuentes que hacen referencia a este lugar, donde se pone de manifiesto la unión de las creencias de los griegos y su adaptación al espacio y a las condiciones naturales, que hicieron de la pitonisa de Delfos y sus trances, gracias a las emanaciones de gases, una referencia esencial de todo el mundo griego. Eurípides afirmaba:

“…He llegado a esta tierra de Delfos donde Febo (Apolo) canta para los mortales sentado en el ombligo mismo de la tierra y les manifiesta el presente y el futuro…” (Eurípides, Ion). Muchos siglos antes el culto a este dios y su santuario fueron mencionados por Homero: “…Es allí que el señor Apolo decidió construir un templo agradable y dijo estas palabras: Tengo la intención de construir un templo magnífico, oráculo para los hombres, que siempre, para consultarme, conducirán a mis altares perfectas hecatombes. Los que habitan el áspero Peloponeso, como los de Europa y las islas ceñidas de mar, a todos ellos quiero dar a conocer mi voluntad infalible pronunciando mis órdenes en un rico santuario…” (Himno Homérico a Apolo).

 Fuente Castalia, André Louis de Sinety (1847)

En el santuario de Delfos las polis griegas y sus ciudadanos consultaban el oráculo de Apolo, que habría llegado a este lugar en tiempos remotos para establecerse en él y ordenar que se levantase un templo en donde pudieran los humanos recibir sus consejos.

Apolo mató a una serpiente monstruosa, conocida como Pitón, que tenía atemorizados a los lugareños y que ocupaba las inmediaciones de la Fuente Castalia.

Por ese motivo se le veneró aquí bajo la advocación de Apolo Pitio, el que había matado a Pitón, cuyos eran el trípode, mesita con tres patas que utilizaba como asiento la Pitia, su sacerdotisa; el laurel, que facilitaba la tarea profetizadora, y el ónfalo, piedra marmórea que representaba el centro del mundo conocido por los griegos.

Descripciones previas

El conjunto arqueológico de Delfos ocupa una serie de terrazas situadas a distintos niveles, en las laderas del Parnaso. En la zona central se encuentra la Fuente Castalia, que en su tiempo estuvo decorada con un muro de mármol. El agua salía por bocas que representaban cabezas de animales esculpidos en bronce. La Fuente Castalia surtía de agua al santuario y en ella bebía y realizaba sus purificaciones la sacerdotisa de Apolo, la Pitia. 

En las zonas inferiores se situaban el gimnasio, del siglo IV a.C., dotado de una pista de entrenamientos, la palestra, las termas y una piscina circular, y la terraza denominada Marmariá, en la que en su día se levantaban dos templos destinados a Atenea Pronaia.

El más antiguo fue destruido como consecuencia de un desplome de piedras de la montaña, en tanto que el nuevo, levantado en el siglo IV a.C., es un templo dórico cuya planta tiene unas dimensiones de 22,60 por 11,55 metros.

Vista general de la terraza Marmaría

Cerca de los vestigios del templo de Atenea, en la terraza Marmariá, se sitúan los huellas de la tholos, templo de planta circular fechado también en el siglo IV a.C. Su alzado se apoyaba en 20 columnas dóricas situadas en la parte exterior, contando con otras 10 columnas jónicas en el interior. Se encuentra reconstruido parcialmente, destacando, puestas en pie, tres de las columnas y parte del entablamento. No se conoce la advocación a la que se rendía culto en este templo.

La zona consagrada al santuario de Apolo ocupa la tercera zona aterrazada, la más alta de las tres, situándose más allá de la Fuente Castalia. Alcanza unas dimensiones de 190 por 135 metros y se caracteriza por la fuente pendiente del terreno. En conjunto, existe un desnivel del orden de los 70 metros entre las partes más altas y más bajas del santuario.

Los accesos al mismo se encuentran en lo que se conoce como ágora romana, plaza empedrada en la que existían tiendas en donde los peregrinos y viajeros, al igual que en los tiempos modernos, compraban todo tipo de pequeños exvotos, estatuillas, etc. Del ágora arranca la denominada Vía Sacra, que tiene una anchura que oscila entre 4 y 5 metros y en la que existen fuertes rampas. A los lados de la Vía Sacra, que se encamina hacia el templo de Apolo, multitud de tesoros, exvotos y estatuas demostraban el reconocimiento de las ciudades de la Hélade hacia el dios.

Tesoro de los Sifnios en Delfos, c. 530-525 a. C.
 

Entre esos tesoros destacan, como más importantes, el de los Sifnios (525 a.C.) y el de los Atenienses (490 a.C.). El segundo guardaba las ofrendas de la ciudad de Atenas tras la victoria militar de Maratón. Los escritores antiguos nos han transmitido que la décima parte del botín obtenido en esa batalla fue consagrado al dios Apolo en Delfos como acción de gracias.

En la zona más alta del santuario, al final de la Vía Sacra, se levantaba el templo de Apolo, estando protegida toda la zona por un sólido muro construido en aparejo poligonal cuya función era evitar el posible desplome del terreno. Hubo varios templos consagrados a Apolo, en tiempo sucesivos. Los vestigios actualmente existentes corresponden al sexto templo, que se edificó en el siglo IV a.C. con fondos procedentes de una colecta panhelénica. Es un templo períptero, dórico y hexástilo. Contaba con seis columnas en los frentes y quince en sus lados, con unas dimensiones de 60,32 por 28,32 metros. En su pronaos estaban gravadas las sentencias de los Siete Sabios de Grecia: “Conócete a ti mismo, nada en demasía”  entre otras.

Vista aérea del Santuario de Apolo, Delfos

Pausanias afirma  que frente a la fachada del templo existía una estatua colosal de Apolo, realizada en oro, de 16 metros de altura. En el ádyton, por otro lado, se ha podido apreciar la existencia de cierto desnivel que nos indicaría donde se situaba el ónfalo, ombligo del mundo, así como el oráculo sagrado del dios.

En las inmediaciones del templo de Apolo, apoyando su graderío en la ladera, se conserva el edificio del teatro, del siglo IV a.C., que tenía capacidad para 5.000 espectadores.

Aquí, cada cuatro años, se celebraban competiciones líricas y dramáticas que se incluían dentro de los denominados Juegos Píticos, que tenían, al igual que los Juegos Olímpicos, carácter panhelénico y que gozaron de gran prestigio en los tiempos clásicos.

 Las competiciones físicas se realizaban en el estadio, cuya planta se conserva en la zona oeste del conjunto arqueológico. La pista tenía unas dimensiones de 178 por 25,6 metros, contando este edificio con capacidad para 7.000 espectadores. Sus orígenes se remontan al siglo V a.C., siendo ampliado posteriormente por Herodes Ático.

 En Delfos se encontraba, precisamente, el ónfalo, ombligo del mundo antiguo, situado en el adyton del templo de Apolo y representado por una piedra de mármol recubierta por una decoración que asemeja una red tejida en lana blanca. En Delfos, el centro del mundo clásico, Apolo se ponía en contacto con los hombres para comunicarles sus decisiones sobre la conveniencia o no de realizar determinadas acciones.

 

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