Historia de la investigación

La antigua grandeza de Persépolis era legendaria antes  que los griegos la convirtieran  en ruinas, pero nadie pudo hacerse idea de su esplendor original hasta principios de los años treinta, cuando los arqueólogos hicieron las primeras excavaciones científicas del lugar.

En  fechas anteriores  muchos viajeros habían quedado maravillados por lo que podían ver de los restos de la ciudad. En el año 1619, un visitante europeo había contado 20 columnas todavía en pie, que en su época soportaban el techo del edificio más impresionante de Persépolis: una gran construcción que los arqueólogos denominan en la actualidad apadana, o sala de audiencias.

En 1841, sólo 13 columnas de la apadana permanecían en pie, las mismas que pueden verse hoy. Después de la conquista islámica del Irán en  el siglo VII de nuestra era, generación tras generación, los musulmanes, movidos por su religión, que les prohíbe la representación de figuras humanas, destruyeron los rostros de los relieves expuestos que cubrían las paredes de los edificios para borrar las caras grabadas en la piedra.

No solo fue mutilada por los árabes, visitantes  europeos decidieron inmortalizarse en sus muros, en 1818, un visitante relata su examen de la puerta de entrada de Persépolis de esta forma:

La apadana a  principios de siglo

"Siento tener que decir que descubrí una nube de iniciales, nombres y fechas de anteriores visitantes, que no puede considerarse una leve lesión de la superficie fina de la piedra."

La primera excavación sistemática de Persépolis se inició en el año 1931. El trabajo fue organizado por el Instituto Oriental de la Universidad de Chicago, pero su primer director fue un arqueólogo procedente de la Universidad de Berlín, Ernst Herzfeld, quien había estudiado las ruinas independientemente durante varios años. Con el apoyo del equipo estadounidense, Herzfeld encontró, retirados los escombros del suelo de la apadana, y  descubierto por el  arquitecto de la expedición, Friedrich Krefter, un orificio cuadrado en la esquina noroeste del piso rocoso y dedujo que los persas, que amaban la simetría, podían haber excavado agujeros similares en las otras tres esquinas del suelo.

Inscripción de Persépolis

Su observación era acertada, pues los obreros de la expedición hallaron otros tres agujeros, dos de los cuales todavía contenían cajas de piedra de 45 cm. de lado por 15 de alto.

En el interior de cada una de las cajas había una placa de oro y otra de plata. Las cuatro placas contenían  un mensaje idéntico en los idiomas oficiales del imperio, persa antiguo, elamita y babilónico. La inscripción decía:

"Darío, el Gran Rey, Rey de Reyes, estos son mis dominios, que se extienden desde Escintia, más allá de Sogdiana, hasta Kush; y desde la India hasta Sardes, los cuales me han sido concedidos por Ahuramazda, el más grande de los dioses."

La segunda etapa de la excavación puso de manifiesto una serie de problemas del yacimiento.  El enorme relieve de una procesión de tributo ceremonial de más de 80 m, a lo largo de las paredes de una doble escalinata situada en el extremo norte de la apadana, al haber estado expuesto, había sufrido el peor de ataques: el del hombre y la naturaleza combinados.

Por ello se notaba la falta de varios trozos, las figuras aparecían demolidas más allá de todo posible reconocimiento, y siglos de erosión habían contribuido a difuminar los detalles. El gran descubrimiento de esta misión se realizó cuando los obreros dedicados a excavar el lado este de la apadana descubrieron la parte superior de lo que parecía ser una segunda escalinata decorada con esculturas.

Escalinata de Persépolis

Según se  fueron retirando de la escalinata los cascotes y se quitó el polvo de la pared de ladrillo, de 7 m de espesor, de la apadana, aparecieron los grabados los arqueólogos se dieron cuenta que reproducía los  relieves de la escalera norte, que estaban deteriorados, pero estos se conservaban en  inmejorables condiciones.  Estos relieves no solo son una muestra  única del arte de la Persia Aqueménida sino que son una fotografía que detiene el tiempo y nos revela los atuendos y es aspecto de las personas  que pertenecían a  mas de veinte pueblos de la antigüedad.

Herzfeld continuó añadiendo nuevos hallazgos.  En un edificio denominado sala del trono, se descubrió otro mensaje, en lengua babilónica:

 "Artajerjes el Rey dice, : Esta casa fue construida por Jerjes el Rey, mi padre... yo, Artajerjes el Rey, la he completado."

Este mensaje aclaró la historia constructiva del complejo.

Después de tres años como director de la excavación de  Persépolis, Herzfeld presentó su dimisión, y fue sustituido por un arqueólogo de la Universidad de Chicago, Erich Schmidt. La estrategia de Schmidt.

Capitel de Persépolis

Schmidt editó la documentación omitida por su predecesor, y sus propias investigaciones de Persépolis  en tres grandes volúmenes.  registró meticulosamente en qué lugar había hallado casi cada fragmento de tableta de arcilla, cabezas de flechas y clavos.

Asimismo reclutó especialistas para analizar la composición de los enyesados, del asfalto y del vidrio, y para determinar exactamente cómo habían sido obtenidos.

Entre los mayores descubrimientos de Schmidt pueden citarse siete tabletas de caliza, uno de los textos es la orden de Jerjes prohibiendo las creencias religiosas prezoroastrianas

Schmidt descubrió también un complejo de varias salas identificado como tesorería. Aunque no contenía los metales preciosos  que Alejandro se había llevado en su mayor parte, proporcionó algunos hallazgos de gran valor para arqueólogos e historiadores: utensilios reales domésticos, armas, un escondite de 753 tabletas de arcilla escritas en elamita, así como una sorprenden-te pareja de grandes relieves en piedra , que representan un rey, asistido por su comitiva, concediendo audiencia.

Las tablillas elamitas provocaron el entusiasmo  de los eruditos.

Con rapidez uno de los colegas de Schmidt, George Cameron, inició su traducción. A pesar de que el elamita continuó hablándose hasta el año 1000, seguía siendo una lengua mal comprendida.

Una vez traducidas las tablillas, no se encontraron  hermosos textos sobre  la historia de Persia, sino una aburrida recopilación de balances de gastos  e ingresos entre los años 492 y el 459 a.C.

Darío  concediendo audiencia

 

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