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LA PALETA DE NARMER
Las paletas son uno de los documentos más antiguos donde se puede conocer la historia de Egipto. Se datan en el período Predinástico, y se encuentran en las áreas de asentamiento del Gerzeense o Nagada II (3600 – 3200 a. C. Aproximadamente), cultura muy difundida que se puede encontrar incluso en la Baja Nubia. En un principio su función era la de servir de soporte para los pigmentos, cremas, aceites, etc., que se aplicaban en el cuerpo, aunque era común encontrarlas dentro de ajuares funerarios o como ofrendas en los templos. Están elaboradas en diferentes materiales, como piedra, marfil, madera, basalto, etc., y en ellas se recogían tanto hechos mitológicos como reales. La paleta más famosa es la llamada Paleta de Narmer, encontrada por Quibell en 1897 en el santuario de la buitre Nekhbet, protectora de los reyes del Sur, situado en El-Kab (Hieracómpolis), por lo que se piensa que fue un presente de este monarca tras su triunfo sobre el Norte. En la actualidad se encuentra en el museo de El Cairo.
En la otra cara se halla el soberano marchando sobre Buto, ciñe la corona roja del Bajo Egipto y un vestido ritual, continúa acompañado de su portasandalias, pero en este registro también aparecen otra serie de figuras que se han interpretado como su primer ministro y cuatro portaestandartes, que posteriormente serían conocidos como los Seguidores de Horus o los Dioses que siguen a Horus.
Uno de los problemas que se plantea es el de la identidad del rey Narmer, cuestión que intentan esclarecer los investigadores, entre otras cosas, mediante el estudio de su nombre. Los soberanos contaban con diversos títulos, que a partir de la V Dinastía quedarían establecidos en cinco:
En este sentido, y apoyándose en el sello de Abidos, en donde aparece el nombre de Menes asociado a la figura de Narmer, y en la tableta de Nagada, donde se encuentra junto al Horus Aha, Gredseloff llegó a la misma conclusión de los investigadores anteriores. Otros autores, como H. Müller, se basan en tabletas de madera y marfil encontradas en Abidos, lugar donde se enterraron los soberanos de la I Dinastía, que contenían el nombre de Menes junto al del Horus Aha para conjeturar que se trataba de la misma personas. Pero hay quién defiende que estos objetos se datarían en época del rey Djer, tercer rey de la I Dinastía, por lo que éste y Aha habrían tenido el mismo título Nesut Biti. Neville dice que el nombre de “Men” que aparece en la tableta de marfil no hablaría de Menes, sino que haría alusión al nombre de un pabellón real, es decir, el lugar donde se desarrollaban las ceremonias de la fiesta Sed, describiendo al doble trono de la fiesta. Basándose también en los títulos, Driotón y Vandier opinan que no es descabellado pensar que bien pudo existir una sucesión Narmer-Menes-Aha-Djer, mientras que Hall especula con la idea de que Menes fuera una figura compuesta y legendaria del primer y tercer monarca. Otros autores defienden la hipótesis de que se trataría de una misma persona que tras haberse impuesto sobre el Norte, tomó el título de Horus Aha (El Combatiente), aunque esta teoría tiene algunos inconvenientes, pues Aha tuvo que enfrentarse en diversas ocasiones con nubios, libios y pueblos del Norte, lo que hace suponer que Egipto no se habría unificado totalmente.
Sea como fuere, la idea más extendida defiende que la figura unificadora del país no fue otro que Menes, pudiéndose identificar con Narmer. Pero el problema de la unificación es otra de las cuestiones en las que no se ponen de acuerdo los estudiosos. En la paleta, el soberano aparece tanto con la corona del Sur como con la del Norte, pero en ningún momento aparece con la Doble Corona, por lo que se puede interpretar que las representaciones que en ella aparecen serían la culminación de este proceso, aunque también hay quién hable de una Reunificación de las Dos Tierras. En este aspecto Kees y Sethe creen que existió una primera unificación hacia el 3600 a. C. Aproximadamente, cuando un reino del Norte, con capital en Buto, invade el Sur, con capital en Neekhen, unificando el país, unión que no tardaría en desaparecer, volviendo el Sur a convertirse en independiente posiblemente hacia el final del Gerzeense. Algunos estudiosos sitúan los reinados de Escorpión y Narmer en esta época. En un momento posterior comienza un proceso de expansión o “Reconquista” por parte del Alto Egipto, que concluiría con el inicio del Período Dinástico, aunque la unificación no sería total, pues no desaparece la identidad de cada uno de los estados, lo que hace que en momentos de crisis del poder central se vuelvan a separar en los territorios predinásticos. Durante los primeros soberanos todavía se producen enfrentamientos, lo que lleva a que haya investigadores que opinen que el verdadero unificador del país sería alguno de los monarcas de la Primera Dinastía. Hay autores que piensan que no existió ningún reino en el Norte, lo único que habría sería una serie de pequeños territorios que equivalen en épocas posteriores a los nomos o sepaut, cada uno de ellos con su propio gobernante. Paulatinamente habrían sido conquistados por un Estado unificado del Sur. Otros investigadores apoyan esta tesis, pero le dan un carácter económico, argumentando que la causa de estas conquistas se debería al control de la inundación del Nilo y a la obtención de metales, lo que haría que existiese un enfrentamiento en el Sur, que poco a poco se iría extendiendo hacia el Norte. Finalmente, rasgos relacionados con la unificación de Egipto también se pueden apreciar en el ámbito religioso, como puede observarse en el caso de los mitos, siendo el más conocido el de Osiris, en donde las luchas entre Horus y Set tendrían unas connotaciones políticas cuyo trasfondo sería el intento de unión y dominio de Egipto. Bibliografía1. Brodrick, M. Y Morton, A., Diccionario de Arqueología egipcia, Biblioteca DM, 1999. 2. Driotón, E. y Vandier, J., Historia de Egipto, Ed. Lepsius, S.L., 1994. 3. Dumas, F., La civilización del Egipto Faraónico, 1972. 4. Colección “Los grandes Imperios y Civilizaciones”, volumen I, El Egipto de los Faraones, 1985. 5. Frankfort, H., Reyes y Dioses, Ed. Alianza Universidad, 1948. 6. Grimal, N., Historia del Antiguo Egipto. 7. Kemp, B.J., El Antiguo Egipto. Anatomía de una civilización, Ed. Crítica, 1998. 8. Lara Peinado, F., El Egipto faraónico, Ed. Istmo, 1991. 9. Pirenne, J., Historia de la Civilización del Egipto Antiguo, 3 Vols. 1964. 10. Trigger, B.G., y Kemp, B. J., Historia del Egipto Antiguo, 1985. 11. Urruela, J.J. Egipto: Epoca Tinita e Imperio Antiguo, 1998 |