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MESOPOTAMIA: HISTORIA DE UNA INVESTIGACIÓN

 

LA EVOLUCIÓN DE LA ARQUEOLOGÍA EN MESOPOTAMIA.

 El siglo XIX: los sumerios y los acadios reaparecen

Joseph de Beauchamps, vicario general de Bagdad en 1786, realizó, unos cincuenta años antes Botta, los primeros sondeos para intentar localizar el emplazamiento de la Puerta de Ishtar. Sin embargo este sondeo como los de Miguax, en 1827 no tuvieron continuidad en el tiempo.

Hasta la excavación de Botta, en 1842, no comenzaron los trabajos serios. En estos momentos, Botta, era cónsul francés en Mosul. Sus primero sondeos fueron en Tell Kujunik, que ocupaba uno de los barrios de Ninive, a orillas del Tigris, sin embargo los resultados no eran lo espectacular que esperaba, entonces, aconsejado por un campesino varío el emplazamiento de la excavación, comenzó los sondeos en Khorsabad, a unos 16 km de Mossul.

Este descubrimiento era esencial, se trataba de una obra monumental, la cual demostraba que los asirios, esos crueles reyes de la Biblia, habían existido, eran reales y ocupaban un lugar en el espacio y en el tiempo. La impresionante estructura de Khorsabad, la extensión del yacimiento y la calidad de los elementos arquitectónicos ponían de manifiesto que los asirios fueron otro gran foco de civilización y debían elevarse al mismo nivel que griegos, romanos y egipcios.

Los descubrimientos de Botta expuestos en el Louvre fueron la puerta de entrada en Oriente para el gran público. Khorsabad fue el comienzo, la importancia del hallazgo motivó a otros investigadores, si existía Nínive, porque no otras grandes ciudades del mundo antiguo.

Sir Austen Layard, diplomático, se instaló en el tell de Nínive. Después excavó en Nimrub, donde describió los sus magníficos bajorrelieves, y un hallazgo excepcional, los indicios de la biblioteca de Assurbanipal, que constituye una de las fuentes más excepcionales para el estudio del mundo antiguo.

Esos reyes retratados como poco mas que salvajes, crueles y despiadados, tuvieron una figura única, un intelectual que recopiló una serie de tablillas, formando una biblioteca fundamental para los estudiosos futuros. Las investigaciones fueron continuadas por Rawlinson, el descifrador de la roca de Behistum y por H. Rassan, que se fabricó una reputación siniestra como destructor y saqueador de tells

En estos primeros tiempos de la investigación los descubrimientos más espectaculares se habían agrupado en la denominada Mesopotamia del Norte, en ámbito del mundo asirio. Pero el sur del país no había aportado descubrimientos de la misma magnitud.

W. Loftus fue uno de los primeros investigadores que viajó por las tierras del sur, en esos momentos, inseguras, peligrosas y un nido de bandidos, realizando los primeros sondeos en ciudades sumerias. Entre 1849 y 1855 excavó algunos yacimientos que con posterioridad fueron identificados como Ur, Uruk, Susa y Larsa.

Entre 1854 y 1855 J. E. Taylor investigó Ur y Eridú. Aunque los resultados, construcciones de adobe, no podían rivalizar con los palacios del norte.

Sin embargo los resultados no fueron tan pobres, E. Sarcez, cónsul general de Francia en Basora desde 1875, sacó a la luz una nueva cultura, una civilización que había dominado el sur de Mesopotamia durante el III M. a.C. y que era desconocida: los sumerios entraron en la historia de la mano de numerosas estatuas de Gudea, de miles de tablillas y estelas. Con anterioridad a los periodos de apogeo de los asirios, otra cultura había dominado la región, la patria de Abrahán, la Ur de los caldeos, por fin tomaba una posición en el espacio, y se podía datar convenientemente.

Junto a franceses e ingleses entraron en la investigación las misiones alemanas, R. Koldewey fue unos de los primeros investigadores, realizó una campaña de excavación en Shurgul y en el-Hibron, en 1887, dentro de las aspiraciones políticas de la Alemania unida, que como las otras potencias coloniales aspiraba a tener presencia en la región.

 

Paul-Émile Botta

 

 

Austen Henry Layard

 

 

Henry Rawlinson

 

 

Leonard Woolley

La Arqueología no era una disciplina plena en esos momentos, el método científico no se aplicaba como en la actualidad, y los descubrimientos, espectaculares, fueron destinados a dormir en los fondos de los museos. Los investigadores de la época no vieron el potencial de las tablillas y de los registros epigráficos, aunque en ocasiones destruyeron más que aportaron, fueron los protagonistas, sin excusas, del nacimiento de una nueva ciencia, estos primeros orientalistas, con pocos medios y gran desconocimiento pusieron las bases de la futura investigación.

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