INTRODUCCIÓN

 

 

 

En líneas generales la presencia romana en la península siguió la ruta de las bases comerciales griegas; sin embargo, comenzó con una lucha entre Roma y Cartago para el control del Mediterráneo occidental durante el segundo siglo a.C..

La península se incorpora como entidad en el circuito político internacional entonces en existencia, y desde entonces encendido se convirtió en un objetivo estratégico debido a su posición geográfica singular entre el Atlántico y el Mediterráneo, y a la abundancia agrícola y mineral de sus regiones.

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La penetración y la conquista romana subsiguiente de la península se dilató en un periodo  prolongado entre 218 a 19 a.C.. Las fechas significativas de ese período son:

209 a.C.: Abandono de Italia por parte de el ejército de Anibal  y el comienzo de la gran conquista romana de España. Roma se anexiona  el país y lo divide en dos provincias: Hispania Citerior e Hispania  Ulterior.

143 a 139 a.C.: Viriato y los lusitanos luchan las legiones romanas.

133 a.C.: Los habitantes de Numancia prefieren morir en su ciudad antes de entregarse a Scipio Aemilianus.

27 a.C.: Llega la Pax Romana a la península se divide en tres provincias: Tarraconense, Baetica y Lusitania. La presencia romana en Hispania duró por siete siglos durante los cuales las fronteras básicas de la península se formaron.

98 d.C.: Gobierno de Trajano el primer emperador romano del origen español.

264 d.C..: Las cartas francas y los suevos invaden la península y ocupan temporalmente Tarragona.

411 d.C.: Las tribus bárbaras firman una alianza con Roma, que les permite establecer a colonias militares dentro del imperio.

568-586,: El rey Leovigild de Visigoth expele a funcionarios imperiales y procura unificar la península. El extremo del imperio romano en España

"... La tenacidad romana y el indudable talento militar del joven Escipión habían logrado, tras varios años de dura lucha, convertir en realidad uno de los primeros objetivos que el gobierno romano se había trazado al entrar en conflicto con Cartago: sustraer a la potencia africana su principal fuente de recursos. A partir de este momento Roma debía decidir el destino que daría a las tierras donde en años anteriores Cartago había extendido su dominio.  La pregunta que surge entonces es, sin duda, cuáles fueron las causas de la permanencia romana, una vez expulsados los cartagineses, y el momento en que se tomó la decisión de anexionar su suelo al incipiente imperio mediterráneo de Roma.

De los antecedentes expuestos en relación con el interés de Roma por Hispania. parece deducirse que la Península entra muy tarde en su horizonte. El primer tratado entre Roma y Cartago, de finales del siglo VI, ni siquiera la menciona; el de 348 sólo incluye cláusulas restrictivas para las naves romanas; es decir, puede perfectamente afirmarse que no existían intereses romanos en la Península. Este interés cuando se suscita no es directo, sino producto de la atención con que Roma seguía el creciente desarrollo púnico, basado, en gran parte, en su afortunada política colonial en Hispania. Creemos que la mejor explicación del tratado de 226 es la de considerado como un intento de poner freno a la expansión púnica, no de forma directa, por considerar parte de la Península susceptible de anexión o de otra forma de colonialismo, sino simplemente por el temor real a una excesiva potencia de un estado que sólo quince años antes había sido 'Vencido tras una dura guerra, con las matizaciones que se quieran imponer sobre la protección de Massalía o las dificultades contemporáneas de Roma en la región del Po. El camino púnico, sin embargo, era lógicamente expansivo, y las complejas circunstancias, sobre las que no volveremos a insistir, desataron la guerra en la que, desde un comienzo, las tierras peninsulares jugaban un importante papel..."

ROLDÁN, J.M., Historia de la España Antigua, 1988, 51

 

1 Durante el siglo II a.C., el equilibrio de fuerzas en el Mediterráneo entre dos potencias, Roma y Cartago, se plasmará en la península ibérica en el Tratado del Ebro –226 a.C.-, por el que dicho río servía de límite de sus respectivas conquistas, aunque para Sagunto –situada en zona de dominio púnico- no estaba asegurada la independencia, pese a ser ciudad aliada de Roma, siendo destruida unos años más tarde –219 a.C.- por el caudillo cartaginés Aníbal, después de un duro y prologado asedio.

 

 

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