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La huída de los jonios fue desordenada y fueron derrotados cerca de Éfeso, pero como he comentado anteriormente, las llamas de Sardes fueron importantes para los griegos jonios, los del Helesponto, los carios, los licios e incluso para los habitantes de Chipre. Todos se unieron, pero los atenienses les abandonaron.
Darío envió a Histeo para que hablara en su nombre con los jonios, sin embargo éstos no confiaban en él, aunque estaba a favor de los sublevados. Histeo decidió actuar por su cuenta desde Bizancio y Lesbos, como pirata, hasta que fue capturado por los persas y crucificado en el 493 a.C. La fase final de la contienda fue el bloqueo de Mileto por las tropas persas. Los jonios se reunieron en el santuario Panjonion (santuario de la Confederación Jonia excavado por una misión alemana), dedicado a Poseidon Heliconio, situado en el cabo de Micale, (Hdt., 1. 142-148).
Siguiendo el modelo oriental, los persas deportaron a los milesios al interior de su imperio, concretamente al curso bajo del Tigris, artesanos jonios y carios participaron en la construcción del palacio de Darío en Susa. El santuario de Dirima, situado a la entrada de Mileto, fue destruido, los tesoros secuestrados y los sacerdotes deportados. Las islas de Quíos y Lesbos fueron desvastadas y algunas ciudades pónticas reducidas a cenizas. Se reinstauraron las satrapías, se asignaron las tierras de nuevo realizando nuevos planes catastrales y la vida intelectual jonia sufrió un fuerte retroceso. Hecateo de Mileto y Heráclito de Efeso permanecieron en su tierra, respetados tanto por griegos como por persas, sin embargo Jenofonte de Colofón, tras numerosos viajes, se estableció en el sur de Italia, en Elea (Velia).
No fue una derrota de los persas estrictamente, dado que el objetivo se consiguió: la satrapía de Tracia estaba en manos persas y Macedonia volvía a ser estado vasallo (Her. VI, 44). CONCLUSIONES La revuelta jonia constituye un verdadero problema histórico, para Heródoto fue causada por motivos personales del tirano de Mileto Aristágoras, que cuando convenció al sátrapa de Sardes para llevara a cabo la campaña contra Naxos. Esta expedición fue un auténtico fiasco, el tirano de Mileto temiendo la reacción del Gran rey, vio como única salida inician una revuelta en Jonia. Los apoyos de Aristágoras debieron estar muy claros, tanto en el nivel de insatisfacción de la población jonia, como la ayuda de Histeo, su suegro desde Susa, que le envió un mensaje secreto. La reunión de los jonios en el santuario de Panjonión, sede de la Liga Jónica, situado en el monte Micala, decidió una batalla naval, la emisión de una moneda especial, con la leyenda “de la sublevación jonia”, de electro, pero no aclaró la unidad del mando, y propició el abandono de parte de los sublevados.
Aristágors e Histeo murieron. Dionisio de Focea, el estratego, huyó en un barco a Sicilia. Parte del fracaso de la revuelta debe asignarse a los griegos continentales, unos que no ayudaron como los espartanos y los que los que prestaron ayuda, como los atenienses, se retiraron pronto, en el caso de Atenas en el 498 a.C., posiblemente por motivos políticos, Atenas era un estado joven, en formación. La caída de Mileto fue el argumento de una tragedia de Frínico, los atenienses se avergonzaron, y prohibieron la representación de la obra, castigando al autor por la impresión que les había causado, las malas lenguas piensan que tras esta obra estaba Temístocles. Herodoto afirma que el Gran Rey envió una embajada a Grecia en el 491 pidiendo la sumisión de los griegos al Imperio Persa, bajo la fórmula de petición de tierra y agua. Dice que Egina accedió a los deseos de Darío, pero Atenas y Esparta mataron a los embajadores, este episodio no es verosímil, no era necesario mandar embajadores a Atenas que desde su participación al comienzo de la revuelta estaba ya en guerra con los persas
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