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LA DOMUS Otra de las incorporaciones fue la exedra, de planta rectangular. Estaba más ricamente decorada que los triclinia, ya que fue un espacio dedicado al aparato y lucimiento del dueño de la casa.
Esta reforma, o adaptación de elementos de influencia helénica, como ya se ha dicho, hizo que los cubicula se retrotrajesen al ámbito que circundaba el peristylium y los definiera como una unidad de habitación claramente tipificada, cosa que en el momento evolutivo anterior no sucedía. Arqueológicamente, cuando se tiene la suerte de poder trabajar en el ámbito de una domus, e ir avanzando por la casa, se definen fácilmente los dormitorios por la pavimentación musivaria, claro está, en el caso de conservarla. Suele estar formada por una “alfombra” de motivos geométricos en blanco y negro que se van complicando y van incluyendo colores en la paleta, sobre todo a partir del siglo II d.C., y que en el fondo de la habitación tienen un espacio rectangular, con un motivo más sencillo, que delimita el lugar donde se depositaría el lecho. Esta cama tenía aproximadamente, como media, unas medidas de 1,96 x 1,24 m. Gracias a las ciudades sepultadas por el Vesubio, se sabe que las estancias de dormir tenían una división interna, marcada a veces en el pavimento, que separaba el lugar de la cama del resto de la habitación; esta partición se realizaba, posiblemente, mediante unos cortinajes que aislaban al durmiente de las corrientes de aire. Para hacer más cálido y confortable el descanso, el techo sobre la cama estaba rebajado con respecto al del resto del cubiculum y formado por una bóveda de cañón con el eje paralelo al del lecho.
Algo que nos llama la atención en las visitas a las ruinas domésticas vesubianas, que son las más completas, es la aparente desproporción en las dimensiones de las habitaciones, que suelen parecer muy estrechas y muy altas (por ejemplo, según Vitrubio, L. VI, a un atrium de 8,87 m. de largo y 6,66 m. de ancho y alto, le corresponde un tablinum de 4,43 m. de ancho y de 4,98 de alto. En el caso de los triclinia, para un comedor de 8 m. de anchura, su longitud serían 16 m. y su altura, 12 m.). Esto es gracias a que el mundo romano tuvo otra proporción, debido a distintos condicionantes: las dependencias que rodeaban al patio porticado recibían la luz y la ventilación a través de una o varias ventanas, abiertas hacia el jardín interior de la casa, ya que no se podían hacer en los muros de las medianerías. Aquellas, de pequeñas dimensiones, se cerraban a las inclemencias del tiempo en invierno mediante láminas de yeso especular (lapis specularis), láminas de alabastro, láminas córneas, vejigas curtidas (todas ellas montadas en bastidores de madera ajustables a los huecos), así como postigos de madera y, en casos más raros, con pequeñas composiciones de vidrios de colores, la mayoría de las veces, de procedencia alejandrina. Estas aberturas se encontraban en la misma pared que al puerta, y a cierta altura sobre ella, para salvar la tejavana que cubría el pasillo del pórtico. Esta disposición permitía en el verano, cuando la ventana y la puerta permanecían abiertas, que se creara una corriente de aire con una doble finalidad: refrescar el ambiente en las tórridas noches, así como arrastrar hacia fuera el humo de las lámparas encendidas en el interior de la habitación.
Vitrubio recomendaba que las habitaciones que se hubieran de utilizar en verano estuvieran orientadas hacia el norte, “... para que se conserven siempre frescas, sanas y agradables”, mientras que las de uso invernal, fundamentalmente los comedores, se han de orientar hacia “... el poniente invernal, por la necesidad de claridad vespertina y además porque el sol poniente las dota de un calor más templado, conservándolas tibias en las horas en las que han de ser usadas”. El elemento que generó todo este cambio en el ámbito doméstico fue, como se ha dicho antes, la introducción del peristylium, ampliación y magnificación del antiguo hortus, que se vio enriquecido en la mayoría de los casos con zonas extensas dedicadas al cultivo de plantas ornamentales, así como con la aparición de estatuas y fuentes, teniendo estas últimas una doble finalidad: agradar visual y auditivamente, así como refrescar el jardín en el verano.
Por último, cabe citar la aparición de un elemento, que al ampliarse el espacio de la casa, en algunos domicilios se introdujo. Me refiero a los baños privados, trasunto doméstico de las grandes termas públicas. Solían estar constituidos por dos dependencias, una que hacía las veces de apodytherium (vestuario) y de tepidarium (sala templada) y otra, más reducida de dimensiones, estaba dedicada a sala caliente, caldarium. Para mantener el calor de las habitaciones, los vanos se redujeron al mínimo, tanto las puertas entre ellas, como la que ponía en comunicación el vestuario con el resto de la casa, así como las ventanas, quedando éstas convertidas en un óculo o lucernario cenital. La zona de baños domésticos se localizan, normalmente, en las cercanías de la cocina para, por un lado, aprovechar el calor del horno en el caldeamiento de las salas, y por otro, la proximidad del hogar favorecía que el agua caliente necesaria en las abluciones estuviera siempre a la temperatura adecuada.
Como ejemplo clarificador de las reformas introducidas con la aparición del peristylium se puede tomar la Casa de Salustio, Regio VI, insula 2, domus 4 (Adam: 1990, 330): El núcleo original de la casa se fecha en el siglo III a.C. y se correspondería con la letra A, y los números: 1: las fauces. 3: atrium tuscanicum . 4: tablinum. 5: alae. 6: cubicula. 9: hortus. El número 2 corresponde a un thermopulium abierto en una de las dos dependencias que la casa tiene en la fachada. En el siglo I a.C. la casa de tipo itálico sufrió una gran reforma, consistente en el añadido de un pequeño peristilo, se levantó un triclinium estivo en el hortus, cuyo muro de conexión con la casa fue abierto en una columnata, para poder disfrutar de las vistas desde el tablinum, así como desde las dos habitaciones laterales, a una de las cuales se le cerró el acceso desde el atrium, y se amplió del número de habitaciones, gracias posiblemente a la compra de pequeñas casas adyacentes, que fueron transformadas, ya que estos nuevos cuartos no tienen relación directa con el antiguo núcleo central de la casa. A este momento pertenecen los números: - 7: comedores. - 8: la nueva culina, que posiblemente se mudó a la nueva localización desde el atrium al emprender las reformas. - 11: peristylium. Las letras B corresponden a un thermopolium, con dos habitaciones en la trasera, probablemente la vivienda del que lo atendía, así como otra dependencia sin uso tipificado, un tienda, con la vivienda del que la regentaba en un piso superior no conservado, que queda de manifiesto por los restos de escalera que se conservan en el ángulo superior derecho. La letra C es una panadería, también independiente de la casa, constituida por
Por último, cabe destacar que esta vivienda, tras el terremoto del 62 d.C. perdió su finalidad de lugar de habitación, para convertirse en un restaurante, transformándose las dependencias en salones para comer. |