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Durante el transcurso del siglo XIX aparecieron diversas tendencias o pensamientos relacionados con el inicio de la ciencia prehistórica, pero ya en el siglo XVII varios personajes se habían aventurado a lanzar algunas hipótesis sobre la aparición de la Tierra y de la vida en ella. Uno de estos investigadores fue James Ussher, el cual en el año 1650 defendió la fecha del 4004 a.C. como momento en que se produjo la Creación, y el 2349 a.C. como el año del diluvio universal. No obstante John Lightfoot iba a retomar sus ideas y siendo aún mucho más riguroso señaló que la Tierra había sido creada a las nueve de la mañana del domingo 23 de octubre del año 4004 a. de C. A partir de aquí, las diferentes corrientes se iban a agrupar en variadas doctrinas: CREACIONISMO o CATASTROFISMO; Defendía el hecho de que toda la historia está recogida en la Biblia. Esta doctrina apareció ya en el siglo XVI, sin embargo su mayor influencia se daría durante todo el siglo XVIII y principios del XIX. George Cuvier, el más destacado de los paleontólogos de principios del siglo XIX, se integró dentro del creacionismo siendo el primer científico que presentaría pruebas detalladas y convincentes de la extinción como un manifestación frecuente en la historia de la vida. ACTUALISMO; Es una reacción definitiva frente al Creacionismo, por lo que surgió con el fin de ser una oposición a él. También fueron conocidos como PLUTONISTAS, ya que pensaban que la mayoría de las rocas tenían un origen ígneo, es decir, se habían formado en el magma. Ya a mediados del siglo XIX el ACTUALISMO se había impuesto en casi toda Europa, aunque el creacionismo no desapareció. NUPTONISTAS; Dentro de los Creacionistas apareció este grupo, el cual pensaba que todas las rocas se habían creado en el fondo de los mares, por lo que recibieron este peculiar calificativo. UNIFORMISMO; concebido por Hutton. Este pensamiento exponía que la historia de la Tierra no se podía explicar por una serie de catástrofes, sino en base a leyes y procesos naturales que permanecían uniformes a lo largo de toda la historia de la Tierra. Además de estas corrientes también hubo científicos que lanzaron sus propias teorías y formas de trabajo. A principios del siglo XIX una serie de anticuarios daneses intentaron ordenar los hallazgos que se encontraban en el reino, uno de ellos, Thomsen, entonces lanzó la teoría de las TRES EDADES.
Sin embargo, se puede decir de forma muy acertada que la ciencia prehistórica, la Prehistoria, floreció y arraigó en el momento en que el inspector de aduanas Jacques Boucher Crevecoeur de Perthes, que se hallaba investigando las terrazas fluviales del río Somme, localizó en diferentes estratos restos de animales extinguidos y de humanos, por lo que sostuvo desde el año 1836 que el hombre había sido coetáneo de estos animales. Dos años después de estos descubrimientos exhibió un grupo de hachas de piedra como muestra de la existencia de una industria humana en el Pleistoceno. Por otro lado el antropólogo británico Tylor planteó un evolucionismo unilineal, una Pirámide Tayloriana que iría desde una vida salvaje, con una sociedad cazadora-recolectora, a una vida bárbara en la que la sociedad es agricultora-ganadera y una vida civilizada en la que la sociedad ya conoce la escritura. La idea de Taylor defendía el hecho de que todas las sociedades debían pasar por estos tres estadios.
El primer hallazgo importante fue la pieza de Chaffaud, formada por un hueso de reno descubierto en el año 1852. Cuando se publicó este hallazgo gran cantidad de científicos consideraron que no podía tratarse de un artefacto prehistórico debido a que el hombre antiguo se encontraba en estos momentos en la transición de la etapa de salvajismo al período de barbarie de la pirámide tayloriana, por lo que no podría realizar obras de arte de esta categoría. Sin embargo, paulatinamente estas ideas fueron siendo desplazadas a causa del hallazgo de diferentes artefactos de la misma importancia que la pieza de Chaffaud, del mismo modo se descubrió que durante el siglo XIX los renos sólo habitaban en el Circulo Polar, por lo que las piezas se catalogaron como autenticas y se aceptaron. El cambio de opinión se produjo por la asociación que tenían con animales ya extintos que habían habitado la Tierra durante los períodos glaciares, tales como bisontes, rinocerontes lanudos, mamuts, etc. En la segunda mitad del siglo XIX se descubrieron las mejores piezas de arte mueble, como las de la cueva de la Madeleine, donde se encontraron numerosas piezas o el yacimiento de Mas - D'azil, que dio nombre a la cultura del Aziliense, asimismo en estas fechas ya se conocía la existencia del arte parietal, aunque no obstante no eran consideradas pinturas cuaternarias. Muchas de las cuevas de las que se tenía constancia pero desgraciadamente se había perdido toda información se tuvieron que volver a redescubrir a finales del siglo pasado o principios del XX. En este momento cobra gran importancia una cueva descubierta en Cantabria. EL DESCUBRIMIENTO DE LA CUEVA DE ALTAMIRA En 1875 se produce uno de los mayores hallazgos de la Prehistoria de la Península Ibérica cuando un aparcero de Marcelino Sanz De Sautuola descubre en la cordillera Cantábrica, cuya aparición tuvo lugar durante el Terciario con fechas de unos 20 m. a. aproximadamente, la cueva de Altamira, que se había formado entre estratos de caliza haciendo que las rocas presentasen formas verticales y horizontales. Su importancia radicaba en el hecho de que hasta este momento no se habían descubierto cuevas con dibujos, solo algunos signos de color negro dentro de Altamira.
En 1880 publica un folleto titulado "Breves Apuntes Sobre algunos Objetos Prehistóricos de la Provincia de Santander", presentando su defensa fehaciente sobre la datación de las pinturas, sin embargo, el convencimiento del sabio español fue rechazado por los estudiosos franceses Émile Cartailhac y Mortillet, los cuales son secundados tiempo más tarde por el paleontólogo francés Harlé, el cual defendió el hecho de que las pinturas se habían realizado en la segunda mitad de la década de 1870. Sautuola no cejará en su empeño de defender sus ideas hasta su muerte, acaecida en el año 1888. El apoyo a la defensa de las pinturas rupestres de Altamira sufre otro revés cuando en 1892 fenece el más estrecho colaborador del estudioso cántabro, el intelectual Vilanova, con lo que la comunidad científica internacional terminó por condenar al ostracismo las dataciones paleolíticas de Altamira. No obstante, la fortuna quiso que a finales del XIX se produjeran una serie de hallazgos, La Moutte en 1895, Marsoulas en 1897, etc., en donde aparecieron representaciones pictóricas que corroboraban las investigaciones de Sautuola, por lo que el Abbé Breuil organizó en 1902 una serie de conferencias dentro de la Association Française pour L’Avancement des Sciencies en donde se trata el arte de las cuevas, provocando una revolución en las tesis predominantes hasta ese momento. Cartailhac finalmente se convence de visitar Altamira tras lo cual no tiene más remedio que afirmar la veracidad de los estudios llevados a cabo por Sautuola, por lo que se decide a escribir su célebre La grotte d’Altamira. Mea culpa d’un sceptique. Ya no cabe duda de que las pinturas que aparecen en la cueva de Altamira tienen una datación paleolítica fechada en torno a los 15/ 12000 años a.C. basada en estudios de Leroi-Gurhan y A. Laming. Cerca de la entrada de la cueva, cuya extensión total ronda los 300 m., se encontraba el probable lugar de habitación, puesto que en esta zona Sautuola y Vilanova descubrieron restos óseos de diferentes animales, así como conchas; pero lo verdaderamente sobresaliente de Altamira es la estancia donde se hallan las pinturas policromas, cuya longitud es de 18 m. por 9 m. de ancho. En la bóveda aparecen hasta 16 bisontes en diferentes posiciones, en pie, agachados, saltando, en movimiento o quietos, etc., junto a otros animales como caballos o jabalís, y una gran cierva de 2,25 m. de tamaño. No cabe duda, y así lo pensaba Sautuola, que el autor sería un cazador que conocía bien a los animales representados. La desigualdad de la roca se aprovechó para elaborar el volumen de los animales procediéndose a representar el contorno utilizando fundamentalmente el negro, extraído del carbón vegetal o de minerales de manganeso, y el interior, cuyo pigmento utilizado fue el rojo, obtenido sobre todo de los hematites, aunque también se usaron tonos amarillos o pardo castaños pero en menor medida. Estos colores debían aplicarse directamente o mediante pinceles confeccionados con pelos, aunque previamente se disolvían en algún tipo de grasa animal o en otros líquidos disolventes como jugos vegetales que eran utilizados como aglutinante. En Altamira hay una asociación de pintura y grabado, previamente se pintaba la figura y luego, mediante un grabado de trazo múltiple, se delimitaba el contorno y se marcaban las separaciones entre los distintos miembros o partes del cuerpo. El grabado se aplicaba sobre todo a la cabeza y las extremidades. Al finalizar el siglo XIX aparece un científico muy importante en el estudio de la Prehistoria, no es otro que H. Breuil, cuya investigación da comienzo hacia principios del siglo XX, extendiéndose hasta la década de los 60. Su trabajo cobra verdadera importancia al ser el primer investigador que realizó una clasificación de las pinturas rupestres y llevó a cabo el estudio, descripción y datación de gran cantidad de cuevas. Estableció una evolución del arte parietal en dos grandes fases:
AURIÑACO-PERIGORDIENSE. Hacia el 40000 a.C., iniciada con trazos digitales, manos en negativo y series de puntos a los que seguiría posteriormente la representación de manos en positivo, primeros signos y animales realizados mediante dibujos lineales amarillos, rojos y puntualmente en negro. Más tarde se elaborarían utilizando trazos anchos y babosos, siendo sustituidos por la tinta plana roja y negra. Aquí comenzaría a aparecer la bicromía, los trazos lineales en negro y las grandes figuras rojas con cabezas negras. Este desarrollo culminaría hacia el 17000 a.C. SOLUTREO-MAGDALENIENSE. Su inicio se produce aproximadamente en el 17000 a.C. durante el transcurso del período Solutrense, encontrándose su momento de mayor apogeo hacia el 10000 a.C. coincidiendo con el nacimiento y desarrollo del Magdaleniense. Comienza con trazos lineales simples en negro a los que siguen los trazos babosos y amplios igualmente en negro. Posteriormente aparecen las figuras en tinta plana negra, el trazo negro primero perfilado y luego modelado, que se sustituye en algunos lugares por el rellenado de puntos. El ciclo finaliza con el uso de tintas oscuras y con la policromía. Para esta división Breuil se basó en el estudio de superposiciones y en lo que denominó como PERSPECTIVA TORCIDA, que venía determinada por la aparición de bóvidos con una visión frontal de la cornamenta y las pezuñas mientras el resto del animal se representaba de perfil. Hasta el año 1962 se aceptó sin ningún problema la cronología y la línea evolutiva propuesta por él, pero ya en la década de los 50/60 había aparecido una nueva tendencia que será la que imponga las pautas de la actual Prehistoria: el ESTRUCTURALISMO. En Etnología el estructuralismo aplica a los hechos humanos y sociales el concepto de estructura, por lo que cualquier realidad humana se considera un sistema de leyes reguladas. Los estructuralistas más importantes fueron A. Laming-Emperaire y A. Leroi-Gourhan, el cual se había formado durante los años 20/30 como etnólogo. Después de la guerra desarrolló una labor de campo, renovando una parte de las técnicas de excavación y estudiando las estructuras de habitación de los hombres prehistóricos. Ambos investigadores propusieron una revisión de la cronología teniendo como base la distinción fundamental entre yacimientos rupestres al aire libre y santuarios subterráneos con grabados y pinturas. La cronología propuesta por Leroi-Gourhan se apoya en el estudio comparativo y estilístico del arte mueble, del que se posee una datación precisa, y de las figuras parietales, para establecer un sistema de períodos concretados en cuatro etapas estilísticas:
Estos dos científicos, tras estudiar multitud de figuras, signos y asociaciones de ellos, defendieron la idea de que el arte paleolítico tiene una organización interna creada en función de un simbolismo metafísico, por lo que en realidad podrá decirse que las cuevas serían un espacio equivalente a santuarios en donde se encontraría representado un sistema o fundamento religioso.
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