DESCRIPCIÓN: Tesoro compuesto de 21 piezas, que constituye un conjunto
de gran unidad técnica y estilística, repartido en cuatro joyas: un collar, dos brazaletes, dos pectorales y dieciséis placas.
El Carambolo se encuentra situado entre
los cerros dee San Juan de Aljarafe y el de Santa Brígida, a tres
kilómetros de Sevilla.
El día 30 de septiembre de 1958, en los
terrenos de la Real Sociedad de Tiro de Pichón de Sevilla, y en el
curso de unas obras de ampliación para el torneo internacional,
Alonso Hinojos del Pino descubrió un objeto metálico que era uno de
los brazaletes de oro de 24 quilates.
El tesoro está formado por 21 piezas de
oro de 24 quilates, con un peso total de 2.950 gramos. Joyas
profusamente decoradas. Este conjunto esta formado por:
1. Un collar, con un peso total de
260 gramos, con dos ramas de cadenas cada una de 30 centímetros de
longitud, terminadas en una anilla y un travesaño; un pasador
fusiforme, de 5 centímetros de longitud; 16 pequeñas cadenitas, de
unos 4 centímetros; 7 colgantes con aspecto de sello signatario. Falta
un octavo colgante |
Collar del Tesoro de El Carambolo |
Los siete colgantes restantes forman por su
decoración tres grupos de 4, 2 y 1 piezas. La decoración consiste en unos
filetes soldados sobre el presunto chatón, su cápsula y la placa que lleva
casi todo el espacio oblongo del anillo; dibujando zonas de triángulos o
de dobles arcos en las plazas encabalgados, o de discos con un botón
central. Estos filetes se diría destinados a limitar zonas de color como
las de un esmalte tabicado; pero sólo en dos espacios de la placa de tipo
único aparecen vestigios de color azul que son la única nota de
policromía. El pasador fusiforme lleva dentro un cilindro, sobre el que
puede correr, en el que se insertan por un lado los dos ramales de la
cadena principal, y por el otro las 16 pequeñas cadenitas. En las
capsulas de los chatones hay zonas de fino granulado.

Brazalete del Tesoro de El Carambolo |
2. Dos brazaletes cilíndricos de unos 10
centímetros de altura por 12 de diámetro, con un peso de 550 y 525 gramos
respectivamente.
Están formados por dos planchas cilíndricas, separadas
entre sí unos 5 centímetros y unidas por sus extremos mediante un remache
muy limpio.
Toda la superficie exterior está decorada con cinco filas de
semiesferas soldadas sobre aros relevados alternando con cuatro filas de
rosetas en sus cápsulas, soldadas a otros anillos rehundidos.
Separando
estas filas de semiesferas y rosetas, hay unos filetes con pequeñas púas
agudas, igualmente soldados en sus partes rehundidas del cilindro
exterior.
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.3. Dos pectorales, en forma de "galápagos" o antiguos lingotes de
metal, con peso de 245 y 200 gramos, el mayor con 19 centímetros de
medida diagonal. Este lleva una decoración del mismo tipo que la de los
brazaletes: semiesferas, rosetas encapsuladas y filetes con pinchos. El
menor con una decoración semejante a la de los colgantes del collar, a
base de pequeños filetes, que dibujan arcos encabalgados.
4. Ocho placas de 9 por 5 centímetros, construidas de forma
semejante, con dos láminas de metal algo separadas y unidas por
remaches, la una casi lisa, apenas con unas líneas resaltadas en el
sentido de la dimensión menor, la otra. Las ocho placas tienen un peso
de 380 gramos.
5. Cuatro placas de aspecto general semejante, algo mayores, de 11
por 6 centímetros, con un peso total de 453 gramos. La decoración es
idéntica a la de los brazaletes.
6. Otras cuatro placas, semejantes
a las anteriores, de 11 por 4,5 centímetros y 320 gramos de peso total.
La cronología de este tesoro
puede ser fijada, en sus límites más amplios, entre los siglos VIII y III
antes de Cristo. "Un tesoro digno de Argantonio" como afirma don Juan de
Mata Carriazo, quién además confiesa que, pese a su filiación tartésica,
no cree que indique el lugar donde estaba enclavada la mítica ciudad de
Tartessos.
Mientras
algunas opiniones coinciden en que todas estos adornos de oro
posiblemente eran portados por una sola persona (tal vez un
hombre) en momentos de máxima representatividad u ostentación,
otras se decantan por la hipótesis de que podría tratarse de
adornos para alguna estatua ritual, posiblemente un toro.
"... A. Blanco teniendo en cuenta el
lugar del hallazgo, de modo que, según escribió en uno de sus últimos
trabajos, “quizá todo el tesoro del Carambolo esté compuesto de ornamentos
sagrados, pues el fondo de cabaña en que estaba enterrado tenía todas las
trazas de un lugar de culto”.
Puede añadirse a ello la pesadez de
las joyas o la repetición de juegos, circunstancias apropiadas a la
posibilidad de ser el tesoro de una imagen de vestir, en función de lo
cual se hace cada vez más significativa la característica forma de los
grandes colgantes o pectorales en forma de piel abierta o de lingote de
cobre chipriota, en lo que no entramos ahora.."
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Pero a la búsqueda de testimonios más
directos sobre la práctica de formas de culto relacionadas con la
vestimenta y el ornato de imágenes, podría ser uno de los más antiguos
el tesoro de El Carambolo, como he postulado en algunas ocasiones Ya
pensó en esa posibilidad
Es de suponer, por otra parte, que si recibía como adornos las piezas
del tesoro sevillano, hubiera sido una estatua de madera –como otras que
se habrían igualmente perdido– lo que podría hacerse extensivo a
estatuas de fecha bastante más reciente, de época romana, para las que
disponemos de testimonios sobre las donaciones de joyas que recibían
para adorno como ofrenda votiva. Algunos epígrafes hallados en la Betica
romana se refieren, en efecto, a esa costumbre de adornar profusamente
con joyas estatuas de divinidades, en cuyo culto es fácil adivinar la
latencia de tradiciones cultuales y religiosas más antiguas. En
Algeciras, por ejemplo, se halló un soporte de candelabro dedicado a
Diana Augusta en el que se enumera una donación de joyas: una cadena,
pulseras, un brazalete y una ajorca con diferente número de piedras, y
dos anillos con gemas, adornos que parecen apropiados a una estatua de
vestir, y fruto, por lo demás, de una forma de devoción que el primer
editor de la pieza relacionó con formas de religiosidad popular
particularmente arraigadas en ambientes orientales y mediterráneos.
La Dama de Elche: una dama petrificada
en tierra, BENDALA GALÁN
www.ffil.uam.es/catalogo/madrid/bendala.htm
Bibliografía básica
BLANCO, A. y
BLÁZQUEZ, J. M. (1985): “Tartessos”, en Cuadernos Historia 16,
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BENDALA GALÁN, M. (1977):
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Tartessos”, en Habis 8, pp. 321-330.
BENDALA GALÁN, M. (1985): “Tartessos”,
en Historia General de España y América, Madrid, Rialp, pp.
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ALVAR, J. y BLÁZQUEZ, J. M. (Eds.) (1993): Los enigmas de
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CARRIAZO, J. de M.(1973): Tartessos y El Carambolo, Madrid.
MALUQUER DE MOTES, J. (1979): Tartessos, Barcelona,
Destinolibro.
Más
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