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ARTURO DE BRETAÑA LOS MITOS CELTAS DE UNA LEYENDA
EL ARTURO HISTÓRICO Y SUS FUENTES Históricamente, se suele considerar que fue un caudillo romano, descendiente de romanos o un celta romanizado, de finales del siglo V o comienzos del siglo VI. El nombre de Arturo aparece por primera vez en la Vita Sanctae Columbae (escrita a comienzos del siglo VIII por Adomnan, abad de Hy), la santa predice a Arturius su muerte en combate. Según este texto, era hijo del rey Aedan Mac Gabrain, señor de Dalriada (colonia irlandesa en el sudoeste de Escocia). La batalla tuvo lugar, efectivamente, en Tigernach el año 596. Las alusiones a un personaje llamado de forma similar al héroe, contenidas en distintos textos galeses de los siglos VII y VIII, apenas sirven para atestiguar algo más que la difusión del nombre, pero no aportan datos sobre la personalidad de Arturo.
Nennius transmite, además, dos curiosas noticias relacionadas con Arturo: la existencia de una piedra con las huellas de las patas de Cabal, perro de Arturo; esta piedra vuelve siempre, y de inmediato, a su lugar de origen, si alguien se la lleva. La otra noticia alude al tamaño de la tumba de Ánir, hijo de Arturo: nunca tiene la misma medida, pues puede variar entre los seis y los quince pies.
De la primera mitad del siglo XII son también los más antiguos testimonios continentales que se han conservado: por una parte, los relieves de la catedral de Módena (Italia); por otra, los recogidos por Hermann de Laon o de Tournai. En efecto, (consagrada el año 1.106) hay un relieve que representa el rapto de Ginebra: en un castillo se encuentra la dama custodiada por tres guerreros; fuera, otros caballeros asedian la plaza; los nombres grabados de los personajes permiten la exacta identificación del episodio; allí están: Winlongee (Ginebra), Carado (Caradoc), Burmaltus (Durmart) y Mardoc son los de dentro del castillo; Artus de Bretania, Galvaginus (Galvan), Galvarium (Galeron), Che (Keu) e Isdernus (Yder) son los sitiadores que quedan identificados. Los nombres tienen forma bretona, de modo que se debe pensar en una importación directa de la leyenda, más que en la adaptación local o en la difusión a través de Francia y el norte de Italia.Por su parte, Hermann de Laon cuenta, en De Miiraculis Sanctae Mariae Laudunensis (escritos h. 1.146), que el año 1113 les mostraron a un grupo de canónigos de Laon el trono y el horno del héroe en Devon, y que en Cornualles surgió una pelea como consecuencia de la vehemencia con que un bretón sostuvo que Arturo estaba aún vivo: reyertas surgidas por esas causas eran frecuentes, apostilla el narrador, cuando se encontraban bretones y franceses. Además de la esperanza bretona en el regreso de Arturo, la narración de Hermann alude a Arturo como Brittanrrorum rex: la leyenda sigue ganando en difusión y en complejidad, aunque es posible que Hermann conociera algunos textos surgidos entre el año de los hechos (1113) y el de su relato (h. 1.146).Pero es Geoffrey de Monmouth, en la Historia Regum Britanniae (h. 1.136), el primero en articular los relatos sobre el rey Arturo de una forma extensa y coherente; para ello recurre a los historiadores que le precedieron y, también, a cuantas narraciones folclóricas tuvo a su alcance; el resultado es una extraordinaria fabulación con aspecto de historia verdadera: Arturo era hijo del rey Uther Pendragón, que gracias a Merlín llegó al lecho de Ygerne de Cornualles tomando el aspecto del marido de la dama.
Entre las numerosas adiciones de Wace hay unos cuantos elementos que tendrán gran repercusión en los autores posteriores: la esperanza de los bretones en el regreso de Arturo (como ya atestiguaba Hermann de Laon), la invención de la Mesa Redonda, el Bosque de Brocelianda (como morada de Merlín) y, sobre todo, el ambiente cortés en el que se desarrollan las aventuras, característico de la literatura francesa y provenzal de los siglos XII y XIII. La obra de Wace está en la base de los narradores franceses posteriores (Chretien de Troves, Robert de Boron, etc.), y su influencia se extenderá también a los autores ingleses gracias a la temprana adaptación realizada por Layamon (principios del siglo XIII). |